¡A la rica torrija!
Artículo revisado por el Comité
Las torrijas son uno de los platos más típicos de nuestra Semana Santa, pero ¿sabías que en la baja Edad Media las solían tomar las mujeres que daban a luz para recuperar fuerzas?
De vino, con leche, en almíbar, con miel… Las torrijas pueden prepararse de muchas maneras, y todas ellas están riquísimas. En el siglo XV su consumo estaba indicado para las mujeres que acababan de dar a luz; actualmente es el postre por excelencia de la Semana Santa.
Junto al potaje de vigilia que se toma en Cuaresma, los buñuelos de bacalao, el arroz con leche, la mona de Pascua o los pestiños, las torrijas son uno de los platos más famosos y consumidos en nuestra geografía durante toda la Semana Santa, pero también en el resto de Europa y en algunos países de Latinoamérica, donde este postre, con sus variedades, se conoce como tostada francesa.
El pan mojado en leche ya aparece en algunos textos romanos, pero no será hasta la Edad Media cuando veamos las primeras recetas de las definidas entonces como torrejas, que necesitaban de «miel y muchos huevos» para su preparación. Según el poeta y dramaturgo Juan del Encina, era un plato recomendado para aquellas mujeres que estaban de parto o recién paridas, pues aportaba energía, lo que facilitaba su recuperación.
Foto: Javier Lastras.
Aunque también las encontramos como acompañamiento habitual en el Madrid de comienzos del siglo XX, donde se servían con los tradicionales chatos en los bares de la capital, su efecto saciante hizo que las torrijas se convirtieran en el plato fundamental en épocas de carestía y hambruna, en la receta perfecta en el seno de aquellas familias menos pudientes, que para aprovechar el pan duro sobrante, lo ablandaban con leche para poder consumirlo. Tal es así que en los actos festivos de las clases más bajas las torrijas era el postre por excelencia, ya fuera una boda o cualquier otra celebración.
Cómo preparar la tradicional torrija de leche
La torrija tradicional, la de leche, es un plato muy sencillo de preparar. Además de leche y pan, necesitamos huevo batido, azúcar, un par de ramitas de canela y aceite de oliva para freír. El pan debe estar duro, es decir, tiene que tener dos o tres días. Esto es un requisito imprescindible, por cuanto si mojamos una rebanada de pan del día en leche se nos deshará. De este modo, si el pan está duro, se empapará de leche sin que se deshaga la miga.
Para que queden realmente ricas y jugosas se recomienda añadir un poco de azúcar en la leche en la que vamos a sumergir las rebanadas de pan, y también unas ramitas de canela para darle sabor. Una vez hayan empapado bien, las pasamos por el huevo y las freímos en aceite muy caliente hasta que estén doraditas.
Al sacarlas es importante que las escurramos bien. Si las dejamos unos minutos sobre papel de cocina conseguiremos que este absorba el exceso de aceite de las rebanadas.
Finalmente, espolvoreamos un poco de azúcar y canela sobre cada torrija y la colocamos en una fuente.
Un consejo: para que no se queden secas, podemos echar un poco de leche en el recipiente donde tengamos las torrijas. Así siempre estarán jugosas…