¿Qué es la infrutescencia?

Durante todo el año del año llegan a nuestros mercados frutas nuevas, de temporada, y también fresas, higos o piñas, que no son frutas como tales sino infrutescencias. Por eso, en plena temporada de fresas, qué mejor que explicar qué es una infrutescencia y cómo podemos reconocerlas.

A diferencia de las piezas de fruta que consumimos diariamente, que se originan con la fecundación del óvulo de las flores, y cuyo fruto es el ensanchamiento natural del ovario que conserva la semilla, las infrutescencias surgen como consecuencia de la fecundación de una inflorescencia compacta.

Para que nos entendamos, la inflorescencia no es otra cosa que la disposición biológica de una flor al final del tallo. Esta disposición puede ser distinta según hablemos de una espiga (inflorescencia en espiga), un racimo como el que forma la hoja de la zanahora (inflorescencia en umbela o racimosa) o una piña (inflorescencia compacta).

Es decir, a diferencia de un fruto normal, en las infrutescencias el fruto está adherido al receptáculo con el que forma un conjunto, y que, a menudo, confundimos con el verdadero fruto. Un ejemplo sería la fresa, donde los frutos propiamente dichos serían los pequeños granitos que encontramos salpicando la fresa. En este caso, se trataría de un fruto agregado, puesto que los diminutos frutos están «agregados» al engrosamiento del receptáculo floral. Dichos frutos se originan en la misma flor, como en el caso de las moras o las frambuesas.

Pero también puede estar dentro de ella, como en el caso del higo o la piña, que son los ejemplos más claros de infrutescencias.

El higo es un sicono, un falso fruto puesto que el verdadero fruto se encuentra dentro del receptáculo en forma de pera con el que lo confundimos. Dentro de ese receptáculo se encuentran escondidas también las flores, a pesar de que siempre se ha pensado que la higuera carecía de flores. Son estas flores las que desarrollan las pepitas (aquenios) que realmente constituyen el verdadero fruto.

Un caso parecido es el de la rosa, cuyo fruto, el escaramujo, se encuentra también dentro del receptáculo cóncavo de la flor. Como en el caso del higo, está formado por aquenios que le confiere ese aspecto bulboso al receptáculo.

El caso de la piña es muy singular por cuanto lo que normalmente nos comemos no es el fruto sino la pulpa. El fruto es una baya de pequeño tamaño que, junto con las demás, forma una infrutescencia ovoide. Dentro del fruto se encuentra la pulpa, que es lo que degustamos.

Como vemos, es indiferente que el fruto proceda de un árbol, una mata, un arbusto o una hierba. No es la procedencia en sí la que determina si la pieza que tenemos es o no un fruto, sino la ovulación y la maduración del fruto y su disposición en el tallo o rama.

Sabiendo esto, podremos conocer mejor el tipo alimentos que compramos, si se trata de una fruta o una infrutescencia y, en el caso de esta última, saber cómo podemos degustarla para aprovechar mejor las propiedades nutricionales de sus frutos.